Oler, sentir, degustar, escuchar. Viajar sin ver es vivir la vida, los bolivianos lo saben

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Escrito por Pablo Favio López Zuleta

No poder ver, mirar, visualizar; en el sentido literal de la palabra, es una condición que muchas personas atravesamos o atravesaremos a lo largo de nuestras vidas; ya sea temporal o permanentemente. Pero más que un miedo o una frustración debe ser una oportunidad para explorar nuestros otros sentidos y aprovechar la vida de formas que pocos pueden.

Imagen de Maiko Kondoh en Flickr

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Frecuentemente un viaje de turismo está lleno de sensaciones de todo tipo y poco tiempo para degustarlas, por lo que siempre nos perdemos de detalles que enamoran; sentir unas cosas más que otras no le quitan a uno el placer de haber conocido nuevos lugares y personas. Hay quienes gozan de los paisajes y otros del sonido de los ríos, pero todos llevamos un niño dentro con ansias de conocimiento que supera nuestras propias limitaciones físicas para encontrar respuestas.

Viajar sin usar los ojos definitivamente le aumenta adrenalina a la aventura, nunca se sabe los nuevos obstáculos que estarán delante, ya sean arquitectónicos, naturales o sociales; al igual que cualquier otro viaje está lleno de experiencias nuevas, lugares, personas y cosas inexplicables.

En Bolivia, principalmente en el eje troncal, existen emprendimientos de diferente tipo que te facilitan movilizarte por el país sin necesidad de ver; el uso del lenguaje braille, sonidos y personal capacitado son cada vez más utilizados por restaurantes, transporte y hoteles. La razón es que permite a más personas hacer uso de sus servicios e instalaciones, lo que permite a su vez retro alimentar sus estrategias y mejorar su calidad.

Sin ver definitivamente mejoras la experiencia culinaria, la variedad de alimentos a lo largo de Bolivia tiene poca comparación en el mundo; ya sea tomando “lawita” en La Paz o comiendo “majadito” en Santa Cruz puedes saborear la sazón tradicional boliviana.

Los olores a lo largo del país son tan exóticos y exquisitos que son el intento fallido de cualquier perfumista, las flores andinas y las amazónicas se comparan en el aroma delicioso que desprenden. El vino y la chicha también dan tanto gusto olerlos que beberlos.

El frio de las montañas, la humedad de la amazonia, el calor del chaco, el sonido de cientos de aves diferentes; son cosas que nadie puede contarte, por más ingeniería avanzada o poesía que utilice; bañarse en un agua termal es algo que disfruta cualquier persona sin importar su edad o condición física.

Desde Santa Cruz hasta La paz, desde Pando hasta Tarija; hay cosas que no necesitas ver para vivirlas, no dejes que te las cuenten y cuéntaselos tú.

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