The Bolivian way
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Los últimos acontecimientos que se han suscitado en el país, han puesto en relieve una idiosincrasia interna generalizada en Bolivia, dicho de otra forma, se ha puesto en tela de juicio un "modus vivendi" al que en el transcurso de los años los bolivianos nos hemos ido acostumbrando, que ahora ha trascendido nuestras fronteras y es motivo de dura crítica a nivel internacional.
Lic. Ernesto Rossel Arteaga
Ex Viceministro de Turismo
A esta forma de pensar y de entender la vida, ha sido
denominada, "The bolivian way" o "a la boliviana" y
tristemente con estos términos se refieren a una manera particular de pensar y
especialmente de actuar por parte de los bolivianos. El tema saltó con fuerza a
la palestra mediática primero con la escasez de agua que azota a seis
departamentos del país y posteriormente se intensificó cuando un avión de
bandera boliviana con tripulación boliviana protagonizó un trágico accidente
aéreo que se llevó la vida de 71 personas. Esta frase que se viene
internacionalizando y a la que hacemos referencia, no es otra cosa que la famosa
"viveza criolla".
Gracias a esta práctica, ahora se
habla de que el equipo de fútbol Chapecoense ha sido víctima de la "manera
boliviana de hacer las cosas", misma que algunos han denominado "la
forma -laxa- de hacer las cosas", traducida en la certeza del común
denominador de nuestra sociedad que no hay norma ni ley que no se pueda
vulnerar, que no existe un principio de autoridad, que no hay necesidad de
respetar usos, costumbres, protocolos, estatutos, reglamentos ni leyes, que
todo estará bien e incluso mejor si saltamos los pasos de rigor de algún orden
establecido y mejor aun si encontramos la forma de hacerlo menos moroso y
sobretodo menos oneroso, ya que nadie controla nada y en ahorrar tiempo y
dinero está la clave.
Medios de comunicación internacionales
manejan la teoría de que el accidente aéreo en el que perdieron la vida algunos
compatriotas y muchos ciudadanos extranjeros, tuvo sus orígenes en una decisión
personal para un vuelo internacional que salió de Bolivia "así como
así", como salen las flotas al interior del país, a la “quete”, sin
cumplir controles de seguridad, con un conductor que toma todas las decisiones,
asume toda la responsabilidad y ejecuta todas las operaciones, pero que a fin
de cuentas, tras producirse un accidente en carretera, este conductor no asume
nada.
El agravante del caso aéreo es que esa decisión
personal fue avalada por muchas personas que tendrían que regular y controlar
que no pasen este tipo de cosas. Al parecer una amistad y una relación de
parentesco otorgaron y facilitaron la licencia de operación a una línea aérea
de estructura endeble, sin ningún respaldo económico, patrimonial ni técnico.
Es decir, la línea aérea era en el mejor de los casos, totalmente irregular.
Una mezcla letal y peligrosa conformada por un empresario propietario
piloteando “su” avión, tomando decisiones o evitándolas para evitar multas y no
afectar sus ganancias. Un propietario pensando en su propiedad y en sus
utilidades antes que en la vida de los demás a su cargo e incluso la suya. Una
empresa que inexplicablemente no tenía asegurado a su personal, a pesar de los
riesgos del rubro, que evadió sus obligaciones con la normativa laboral
vigente, sin ningún problema. Finalmente, una empresa con funcionarios que
sabían que volaban sometidos a un alto riesgo, que sabían que los obligaban a
jugárselas, pero que callaban de manera natural porque ni modo, “hay que
trabajar” verdad?. La típica de un país donde se ejerce la viveza criolla.
Lic. Ernesto Rossel Arteaga |
Aun así, puede que nos sigamos preguntando, qué tienen
en común la crisis del agua con el accidente de la nave de LaMia en Medellín?
¿Cuál es la relación? La respuesta es que ambas constituyen tragedias muy
dolorosas para muchas personas, las dos se ocasionaron por malas decisiones del
personal clave que debía preverlas y lo más importante es que, pese a que los
factores externos pudieron ser determinantes, tanto el siniestro del avión como
la escasez de agua, también pudieron ser evitados.
A mi criterio, los dos hechos tienen un par grandes
culpables; el primero ya se mencionó, me refiero a la desintitucionalización o
carencia de cultura institucional crónica, la sensación de que en Bolivia nadie
controla las cosas importantes o los que controlan no saben como hacerlo o peor
aún, que los que saben hacerlo simplemente no cumplen. Pero, ¿a que responde
este desfase de conducta colectiva? será que de verdad primero está el
negocio?, la componenda, intereses personales? lo que es más fácil de
evidenciar es que muy pocas veces aparece la responsabilidad frente a la
ciudadanía, la responsabilidad social empresarial y la responsabilidad social
individual frente a problemáticas que nos afectan a todos.
Por ejemplo, en el tema del agua estamos llegando al
límite de lo absurdo según lo que dicta el sentido común, ya que por un lado, a
partir de detectado el problema y habernos rasgado las vestiduras, mucha gente
se encarga exclusivamente de buscar culpables, de señalar con el dedo al del
frente, de exigir cabezas, sin la más mínima intención de plantear análisis ni
reflexión y menos de proponer soluciones viables a esta delicada situación.
En contra parte nadie quiere asumir la responsabilidad
del problema, parecería que todos se aferran a sus cargos, a confusas
explicaciones y la tendencia es descargar el peso del problema sobre un puñado
de personas que no tienen ni el poder ni el conocimiento técnico necesarios
para tomar decisiones estructurales y de magnitud como las que se requerían y
aun se requieren.
Lo sabemos cuán si fuera un secreto a voces, que
muchas de las instituciones del país están lejos de cumplir a cabalidad la
normativa que les compete, es evidente que en todo caso la vulneran, improvisan
y no siguen protocolos. Lamentablemente, tarde o temprano se pagan las
consecuencias por esas omisiones y actitudes colectivas. Por ejemplo, decir que
la empresa era legal en Bolivia, que el vuelo estaba plenamente autorizado, que
no hubo irregularidades en la salida, es totalmente posible en Bolivia, todo
eso puede ser verdad en algún contexto específico, es más, todas son
explicaciones “coherentes” dentro del sistema que se ha instituido y que está
en jaque, porque hay reglas de la vida y de la naturaleza que no se pueden
romper sin pagar un alto precio.
Otro ejemplo claro y actualizado es la justificación
que no hay agua por efecto del cambio climático, debido a la sequía, por el
consumo irracional de la población pudiente de la zona sur de La Paz, porque se
la gastaron las mineras chinas que al mismo tiempo no existen en la zona. Todo
eso en algún contexto puede ser cierto, pero lo más importante es que no hay
agua porque no existe un principio de autoridad y de toma de decisiones a
tiempo. Los problemas reales no están siendo debidamente atendidos.
El segundo gran culpable es el origen del primero, por
lo tanto es aun más peligroso y vale la pena prestarle prioritaria atención, me
refiero a la "viveza criolla" como expresión de una sociedad, como
práctica colectiva y este término no es de aplicación exclusiva a las
autoridades y tomadores de decisiones de un país sino que se aplica a la gran
mayoría de nosotros, de la sociedad civil en su conjunto. Es un sentimiento que
te hace sentir superior al resto, hace que te consideres eficiente porque
muchas veces llegas a un objetivo habiendo evitado una serie de pasos previos
(normalmente necesarios y obligatorios) y su práctica constante hace que
empieces a ver la vida de diferente manera, hasta convencerte que lo que haces
es una genialidad y que el resto de las personas simplemente pierde su tiempo,
mientras tu lo optimizas al máximo.
La viveza criolla comienza con pasarse un semáforo en
rojo un domingo en la noche sabiendo que nadie nos ve, que no hay autos alrededor
y que "no ponemos en peligro a nadie"; continua cuando la persona
bota basura en las calle a vista y paciencia de los transeúntes, justificando
su conducta con el adagio de que todo el mundo lo hace y que un basurita más o
menos no hará la diferencia en nuestro medio ambiente; es mantenerse
imperturbable al volante mientras se ve a alguien cruzar la calle por la cebra
y uno decide simplemente no frenar porque está apurado o el semáforo ya está en
verde a su favor; es cuando alguien se jacta de no hacer la fila porque puede
llamar a su amigo gerente que instruirá atención prioritaria en perjuicio de
todos los que esperan su turno antes que uno; es cuando pese a los letreros de
no estacionar el conductor decide estacionar por "diez minutitos"
porque tienes una "urgencia", no hay estacionamientos cerca e incluso
justifica estacionar ocasionalmente en doble línea.
Se da a mayor escala cuando se decide que una carrera
profesional es demasiado larga y tediosa, así que la opción es comprar un
título profesional porque hay gente que lo falsifica y lo vende a buenos
precios; se instaura cuando el abogado se da cuenta que es mejor tener una
buena relación con el juez o con el fiscal en vez de desvelarse estudiando
tanta teoría jurídica para representar de manera óptima a su cliente; se genera
cuando el ingeniero asume que puede utilizar material de baja calidad en una
obra civil, total nadie se dará cuenta y se ahorrara un buen dinero para la
empresa que puede constituirse en utilidad; aparece manifiesto cuando el
hotelero le asigna tres estrellas a su hotel, cobra como si fuera de cuatro y
su servicio no llega a una estrella, total los turistas estarán un par de
noches y se irán, por último, lo toman o lo dejan, nadie los está obligando y
no hay a quien reclamar.
La escalada continua y se hace alarmante cuando el
responsable de la administración del agua de una ciudad deja en manos de la
naturaleza su provisión y acumulación, con el criterio de que es anti económico
gastar en represas o tecnología si estamos rodeados de nevados eternos y ríos
debajo la ciudad, para que generar un gasto insulso a su institución en tales
circunstancias. Se hace dolosa cuando en tu calidad de alcalde municipal cobras
una tasa administrativa y no generas una contraprestación adecuada para los
usuarios; se hace descarada cuando la decisión de invertir en un purificador de
agua para los enfermos renales que requieren hemodiálisis en los hospitales
públicos pasa por el criterio de un burócrata de que estos aparatos son muy
caros y que no hay mucho problema si el agua pasa de la tubería al riñón del
enfermo, total, es agua potable verdad?, hasta llegar al límite del absurdo,
cuando un plan de vuelo para transportar 77 personas vía aérea es concebido y
decidido por una persona que es dueño, de la línea aérea, socio, piloto y tiene
el poder de convencimiento para vulnerar todos los protocolos aéreos de
seguridad de un aeropuerto internacional en cuanto a provisión de combustible y
sus escalas técnicas.
El origen de nuestro problema endémico, está en
nuestros hogares, en nuestro colegios, en las universidades, todas
instituciones básicas de nuestra sociedad que se contaminaron con esta forma de
pensar, se volvieron permisivos con estas conductas, primero no condenándolas
debidamente, luego alentándolas, pretendiendo que su práctica es de gente
inteligente, que es un comportamiento competitivo y progresista, finalmente
haciendo apología del delito cuando intentamos justificar lo injustificable
sosteniendo que uno lo hace por el simple hecho de que todo el mundo lo hace.
Se dieron la vuelta los valores y principios éticos y morales de nuestra
sociedad, ahora o lo haces "a la boliviana" o eres el tonto, se
convirtió en parte de nuestra naturaleza social y su práctica es más que
habitual.
Como conclusión inconclusa cabe manifestar que
lamentablemente la realidad pega duro cuando se contrasta con otros escenarios
sociales, cuando somos vistos y criticados por estratos externos que si
aprendieron a lidiar con reglas y protocolos, que decidieron ceder prerrogativas
individuales en favor del bien común, que respetan el orden constituido a pesar
de que este pueda resultarles más moroso y oneroso, que encausan su accionar a
leyes y normas que fueron creadas para ser practicadas y cumplidas incluso a
pesar de posiciones individuales influyentes.
Es ahora cuando debemos reflexionar al respecto, nos
toca proponer y generar el cambio que indefectiblemente empieza en uno mismo,
en retornar a lo básico, en repuntar nuestras instituciones de referencia
luchando de frente contra la corrupción, la negligencia y la incapacidad,
inculcar a nuestros hijos los valores y consolidar con el ejemplo, verificar
responsablemente que se está enseñando en los colegios y hacia donde apuntan
nuestras instituciones académicas, en conclusión nos queda un duro trabajo cuyo
impacto es generacional y a largo plazo, de alguna manera se trata de volver
sobre nuestros pasos y ver donde nos equivocamos como sociedad, esto para
garantizar a nuestros hijos y nietos un mejor futuro, en procura de hacerlos
hombres y mujeres de bien para la alegría de sus familias y el desarrollo
sustentable de nuestra amada Bolivia.
El objetivo a cumplir es eliminar del imaginario
colectivo ese "The Bolivian way", que la viveza criolla sea un mal
recuerdo de antaño, la meta es recuperar los valores y principios morales y
éticos que en un determinado momento, una vez consolidados en nuestra sociedad
nos van a dar la capacidad de exportar decencia, honestidad ética y dignidad al
mundo y enriquecer el sentimiento de orgullo que debe significar el hecho de
ser boliviano.
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