Donde empieza el buen turismo?
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Llega un momento en el que uno intenta
ser práctico y empieza a llamar a las cosas por su nombre, este momento en el
mejor de los casos se da cuando uno ha adquirido cierta experiencia en algún
ámbito y suficiente sentido común como para emitir opiniones razonables o
cercanas a la realidad sobre algunos temas específicos. Al respecto, cuando uno
está inmerso en el turismo, siendo esta actividad su forma de subsistencia,
tiene con seguridad ciertas expectativas respecto a los servicios turísticos
que contrata cuando le toca ser "el turista" y no el prestador de
servicios o como hasta hace algún tiempo en mi caso, el regulador de éstos
servicios.
Lic. Ernesto Rossel Arteaga
Ex Viceministro de Turismo
En fin, tardé un par de años y un poco
más en organizar mis primeras vacaciones planeadas, decidí salir del país y
conocer otras latitudes, disfrutar de mi tiempo libre y eliminar mis excedentes
de estrés, mientras me bronceaba y me tomaba una cervecita. La decisión estaba
tomada y los ahorros tenían destino concreto, un lugar paradisíaco donde podría
olvidarme de mi rutina cotidiana, descansar y volver renovado a la acción.
Sin duda la providencia es sabia y logró
de la manera más sutil que durante mi valioso "tiempo libre" yo
aprenda más sobre mi trabajo que durante mi dinámica laboral diaria. De pronto
me vi en un aeropuerto internacional netamente turístico, donde todo estaba
pensado para atraer al visitante y venderle un sueño. Fui testigo activo de los
esfuerzos conjuntos que realizan muchas instituciones públicas en procura de
coordinar actividades a fin de brindar al turista su primera buena impresión
del destino y que este se sienta cómodo en todo momento.
Salí de Bolivia con muchas expectativas
de pasarla bien, descansar y descubrir. Y para mi fortuna volví agradecido con
la experiencia, con las expectativas colmadas y con la necesidad de promover
mejoras estructurales y aportar con mi granito de arena a la sociedad en la que
vivo. Este particular encuentro con otra forma de pensar y ver la vida, me hizo
caer en cuenta que mi forma de pensar todavía es sesgada y reducida, que se
puede aspirar a más, que podemos exigirnos más, pero créanme, estoy convencido
que la diferencia en el salto a la excelencia no la hace el gobierno de turno,
no está en las manos del ministro del ramo ni se va a lograr por obra y gracia
de la voluntad de gobernadores y alcaldes, sin duda todos ellos tienen su
participación e influencia importantes, no obstante, la verdadera diferencia la
hace la gente, la sociedad en su conjunto, que entiende que puede subsistir que
comprende que puede sonreír y así mejorar sus condiciones de vida a partir del buen
trato a un extraño que quiere conocer su cultura, sus sabores, costumbres y
paisajes.
Empecemos a reflexionar juntos, seamos
críticos constructivos de nuestra realidad, hay tanto por hacer y el primer
paso, el más difícil siempre empieza en nosotros mismos. Busquemos la forma de
diseñar las otras vacaciones, esas que nos hagan creer en que es posible hacer
realidad el sueño de una Bolivia turística, pero no solo de discurso y
esperanza, sino con alma y vocación de servicio, recordando que el mejor motivador
es el ejemplo, que el buen turismo comienza por la amabilidad, por la
puntualidad, por el orden y la limpieza, el buen turismo empieza en la sonrisa
sincera que da la bienvenida y te invita a quedarte. Miremos más allá de
nuestras fronteras y sigamos con humildad los buenos ejemplos que tenemos
cerca, adecuemos nuestra realidad responsablemente y pongamos los primeros
cimientos de un turismo boliviano al que el turista de todo el mundo quiera
llegar y se vaya feliz de haber pagado lo que pagó, vivido lo que vivió y quede
en su espíritu la convicción de volver porque se sintió como en casa.
Hasta pronto.
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