El hombre que viajo por 196 países y aun vive para contarlo
A.C.TURISMO MUNDO:
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El viajar es una necesidad humana que puede compararse con
el intenso deseo de adquirir tecnología. Dar la vuelta al mundo es un sueño por
el que muchas personas están trabajando, parece algo imposible haber visitado
la mayor parte de los países del mundo a una edad no muy avanzada, sin embargo,
Albert Podell puede presumir las experiencias que muchos hombres aun lo desean.
Albert Podel en uno de sus
viajes por todo el mundo
Foto: Albert Podell
|
El editor de una de las revistas más famosas del mundo ¨PLAYBOY¨ ha visitado 196 países del globo terráqueo,
como ningún otro ser humano.
De acuerdo a la publicación de National Geographic, toda la travesía llevo casi
cincuenta años, son muchas las historias reunidas en todo ese tiempo. Es por ello que
Podell escribió su obra ¨Around the World in Fifty Years: My Adventure to Every
Country on Earth¨ (“La vuelta al mundo en cincuenta años: Mi aventura en
cada país de la Tierra”).
El escritor Simon Worrall realizo la siguiente entrevista al hombre que ha pasado por tantas aventuras que podría
ser uno de los viajeros mas envidiados por su recorrido.
¿Eres la única persona lo suficientemente loca como para
haber hecho esto? ¿O hay algún ‘Club 196’?
Buena pregunta. No hay un club. Hay un grupo que se
autonombra “Los más viajados del mundo”. Son un puñado de chicos ricos
poseedores de yates; van al archipiélago de Filipinas o Indonesia, donde hay
casi 10,000 islas, y cada vez que se detienen en una isla hacen otra ranura en
su cinturón.
Hay personas que cuentan como país todo lo que alguna vez
fue un país. Yo sólo tomo en cuenta entidades que en la actualidad son países.
Por eso saqué de mi lista a la URSS, a Alemania Oriental y a Vietnam del Sur.
Tú vienes de una familia de Brooklyn que nunca viajó más
allá de Boston. ¿Qué pasó ahí?
[Risas] Yo sólo sentí que tenía que haber una manera más
interesante de vivir que el hecho de nunca viajar. Empecé a coleccionar
estampillas a los seis años. Me encantaban esos trozos de papel de colores, y
desde el principio decidí que quería uno de cada país. Estaba fascinado por el
lugar de donde esos sellos provenían, por los diferentes animales y culturas.
Luego, cuando tenía unos ocho años, empecé a leer,
¿adivinen qué? National Geographic. Y quedé atrapado por los países
extranjeros. Dije: “Tengo que ir a ver todos estos lugares”. (Lee: La dieta de
altura de los nómadas de Afganistán)
He estado en 72 países, pero mi esposa siempre dice que
hago trampa porque agrego lugares en donde cambio de avión. ¿Cuál es tu
criterio para haber "visitado" un país?
Odio decirlo, pero creo que, para mis estándares,
probablemente eso sí que es trampa. Mi criterio consiste en lo siguiente:
1. Tiene que ser un país reconocido en el momento de
estar ahí.
2. Debes tener una visa o entrar legítimamente.
3. Debes recibir un sello en tu pasaporte.
4. y 5. Puede haber cierta flexibilidad, pero mi
sensación es que cuando menos debes ir a la capital, quedarte
24 horas, como
mínimo, y si es posible atravesar el país en una dirección.
Es necesario que sea una visita real. Al cambiar aviones,
uno no suele pasar por la aduana, por lo que creo que tu esposa tiene razón.
Elegiste a una mujer inteligente. [Risas]
¿Cuál fue el momento más espantoso que tuviste durante
sus viajes?
Indudablemente, cuando llegué a un minuto de ser colgado
al este de Pakistán. Mi expedición había entrado en Pakistán Oriental varias
horas antes de que la guerra con la India comenzara en 1965. Llegamos a Dhaka,
la capital de la entonces Pakistán Oriental —hoy Bangladesh— y oí que iba a
haber una marcha por parte de paquistaníes contra la Agencia de Información de
Estados Unidos, porque habíamos suministrado una gran cantidad de equipo
militar a la India.
Quería tomar algunas fotografías, y había un maravilloso
edificio estratégicamente situado en esquina, con amplios balcones y una
balaustrada en la que podía esconderme para tomar fotos. Así que crucé la
calle, subí cuatro pisos, me asomé por el balcón y estaba a punto de empezar a
tomar fotos cuando dos soldados me agarraron. Resultó que el edificio era el
Ministerio de Defensa paquistaní. [Risas]
Me arrastraron a una habitación donde había unos 40
trabajadores civiles de la defensa coreando, “¡espía indio!”, “¡cuélguenlo!”,
“¡ahórquenlo!”. Entonces el portero salió. Regresó con una cuerda gruesa, la
arrojó sobre una viga, formó un nudo y puso la soga alrededor de mi cuello.
Parecía que iba a ser mi final.
Comiste algunos platillos bastante extravagantes en tus
viajes. Vamos, horrorízame.
Comería casi cualquier cosa excepto especies en peligro
de extinción. Probé el cerebro de un mono vivo en Hong Kong. Engullí carne de
camello viejo, que apenas se desliza en tu boca, la recubre de grasa.
Uno de mis dos mayores desafíos fue comer ratón. En
Malawi comen ratones. Pero nadie allá me decía dónde podía encontrar ratones a
la parrilla, porque los consideran un vestigio de la época colonial, cuando las
personas eran tan pobres que tenían que sacarlos de agujeros para comerlos.
Por último, en mi último día, me encontré con un viejo
amigo que, por 10 dólares estadounidenses, accedió a llevarme a donde vendían
barbacoa hecha con ratones enteros. Llegamos allí a las 4:00 pm. El encargado
de preparar la barbacoa estaba haciendo el aseo. “Yo no sé de los hábitos
alimenticios de los estadounidenses”, me regañó. “Pero en Malawi sólo comemos
ratones para el almuerzo. Y ya cerramos”. [Carcajadas]
La generación de mi hijo —tiene 28 años— no es muy dada a
la aventura como lo era la nuestra. ¿Por qué crees que es así? ¿Qué se está
perdiendo?
Muy buena pregunta. En primer lugar, los jóvenes obtienen
mucho de su aventura vicaria con los videojuegos. También están acostumbrados a
tener el mundo a su alcance, literalmente, con el internet. Si quieren ver cómo
es París, hay 20 o 30 webcams alrededor de esa ciudad a través de las cuales
pueden mirar.
Creo que otra razón por la que no son tan aventureros es
que hay mucha confusión en el mundo. No soy sociólogo, pero creo que sería
fascinante estudiar por qué son tan cautelosos. Esto aplica sobre todo en el
caso de los chicos estadounidenses. Los viajeros jóvenes que me encontré eran
de países como Nueva Zelanda, Australia, Alemania, Francia, Canadá o Gran
Bretaña. A los estadounidenses los pone nerviosos el salir al mundo y decir las
cosas como son.
Esta es una pregunta que, estoy seguro, todos se hacen:
¿Cuál es tu país favorito?
Si me presionas para responder, mi país favorito es
Estados Unidos. Tenemos algunos de los paisajes más espectaculares del mundo:
las secuoyas, el Parque Nacional de los Glaciares, el Monte Rainier, los
senderos de follaje de Nueva Inglaterra. Somos una sociedad heterogénea. En
Nueva York, es posible ver personas de todas las razas, credos y colores del
mundo, todos llevándose bien.
Pero si tuviera que elegir países, me quedaría con Nepal
y Suiza por el paisaje. Por la comida, con Vietnam, Tailandia y Francia. Y por
la cultura, con Francia, Inglaterra, España y Egipto.
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